miércoles, 21 de septiembre de 2011

La señora Bobbit… historias de hijos de mujeres castradoras


Clarooooo, siempre son nuestras madres las suegras “malas de la película”. Pues hombres del mundo: ¡fíjense que NO! Estoy 100% segura que este cliché es culpa de los hombres con complejo de Edipo que aman e idealizan a sus mamás. Me apropio de esta historia para hacerlas reír y reflexionar un rato: esto es ficción, cualquier similitud con la realidad es PURA coincidencia. He aquí dos “ficciones”

Primer caso:

Primer acto:

-¡No puedo creerlo...  el mejor sexo de mi vida!- gritaba en mi propia cabeza.

Estaba ahí: no acostada si no desparramada, con mis piernas entumecidas, sentía que mi alma estaba fuera de mi cuerpo, mis pies tiemblan como gelatina, mi abdomen esta duro (de una vez por todas) como el de las mujeres que anuncian los equipos tipo AB-SUPER-MEGA-FATFREE-SKINNY-WOW KING por la televisión . Mis ojos luchaban por mantenerse dentro de su órbita. ¿Cómo sucedió esto? No lo sé, por unos segundos me sentí Marisa Tomei tendiendo sexo con un Mel Gibson que sabía exactamente qué es lo que queremos las mujeres. AL final, no importaba cómo había sucedido: solo sabía que acababa de vivir la mejor experiencia sexual de mi vida… finalmente había encontrado a alguien que me dio más placer del que alguna vez soñé.

Segundo acto:

Yo aun con la sonrisa digna de un rush de chocolate pintada, estaba con mi Ultimate Love Making Machine  viendo el techo desde la cama. Todo era maravilloso… De repente, sonó el celular de mi candidato una vez y él contesto: era su madre. Yo, que a veces soy practicante de la estupidez masculina pensé que la pobre señora debía tener un problema o urgencia que la obligaba a llamar a su hijo aun a sabiendas que él estaba en medio de una cita conmigo.

Tercer acto:

Después de varias semanas de sexo constante y con algo de compromiso de por medio. Estábamos mi “novio” y yo matándonos en la cama. El celular de él sonó una vez, yo no le di importancia… Sonó dos veces: sí, me incomodé un poco, pero la verdad preferí hacerle caso a los pedidos a gritos que hacía mi cuerpo antes de pensar en un miserable celular… Sonó tres, cuatro y cinco veces: ok, pasé de tener sexo maravilloso en la tranquilidad e intimidad de mi casa y mi cama a sentirme una actriz porno de la película “La Sala de la Operadoras telefónicas”: FAIL! Cuando mi “novio” terminó rápidamente y se levantó en pelotas a contarle por teléfono a la mamá todas las cosas que hizo durante el día, me di cuenta que yo no ocupaba un lugar precisamente jerárquico en la lista de mujeres de su vida. ¡Sí, verlo ahí desnudo, recién  “acabado/ terminado/ llegado/ venido / corrido” diciendo “hola mamá” por teléfono ha sido de lo más patológico y repugnante que he visto en mi vida!

Para no cansarlas con el cuento, un día de tantos, estábamos él y yo discutiendo por un problema que habíamos tenido. Yo sabía que la señora estaba cerca de nosotros, pero jamás creí que sería capaz de hacer lo que hizo: se apareció, se metió en la discusión y me dijo “él es así, tómalo o déjalo”…  ¡No, no y noooooo! Cuando le pedí que pusiera en orden a la desubicada de la madre y aprendiera a apagar el celular o le dijera a ella que lo llamara sólo en caso de emergencia cuando él y yo estuviésemos juntos, su patética respuesta fue : no sé por qué odias a mi madre…  (musiquita de tragedia griega)

Pero como para las mujeres nada es fácil y Murphy no se equivoca (“si algo puede empeorar, empeorará”), ya para cuando creí tener la situación un poco más controlada, ¿a que no saben qué pasó?  ¡ Aparecio mi cuñada quien era el triple de densa que la madre! Conclusión: no me iba a seguir jodiendo la vida por dos mujeres posesivas y un hombre castrado.




Segundo caso:
Hace algunos años, haciendo caso a lo que alguna vez me dijo mi abuela: “fijate en cómo trata un hombre a la madre así sabrás si te tratará bien”, me involucré con un hombre que era super cariñoso con la madre. Nos hicimos novios y teníamos una relación casi “normal”, lo único que me incomodaba era el hecho que él nunca decía que me amaba. Cuando un día, después de tener sexo le dije “fulanito, te amo” , el, abrió sus ojos como si el corazón le fuera a salir a presión por sus esfínteres más preciados, le empezaron a sudar las manos, sus famélico cuerpo temblaba, su rostro estaba más pálido que de costumbre (¡era feo el pobre!); yo estaba bastante asustada de ver su reacción, era la primera vez que le decía que lo amaba. ¿Qué podía hacer para evitar sentirme mal por la expresión en su rostro? No podía separar mis ojos de la vena en su frente que no paraba de brincar, me preocupe seriamente por su salud pues la única explicación lógica a la situación que se me presentaba era que algún aneurisma le hubiera “reventado”. Ahí estábamos los dos, él: con una taquicardia de Fórmula uno y yo con el 911 marcado en mi celular lista para apretar la tecla verde de “send”.El tiempo se detuvo cuando aquel que fuera mi novio abrió la boca (¡va a parir!, pensé), y dejó salir de su sistema las palabras que nunca olvidaré en mi vida: “a la única mujer que puedo amar es a mi madre”.


Señoras del mundo: ¡dejen de castrar a sus hijos! ¿No se dan cuenta que ya tenemos que lidiar con el exceso de homosexuales que nos disminuyen la cantidad de parejas potenciales como para tener que aguantarnos hombres con torniquetes testiculares maternos?

Propongo que iniciemos un movimiento que tenga por finalidad facilitarnos (obviamente) la vida a las mujeres que buscamos pareja. Cuando conozcamos a una suegra, entreguémosle un documento, el cual debe regresar firmado y que contenga el siguiente texto:

“ Fulana de tal declara bajo juramento que    SI      NO  (marque la opción que corresponda)  es una mujer que moral o inmoralmente hace que sus hijos cumplan con sus deseos (manipula, llora o se hace la enferma terminal ante cualquier afectación de salud), busca la forma de criar hijos que la necesiten porque se sienten indefensos o desprotegidos, teme que sus hijos hagan una vida propia y les hace creer que ellos le deben algo a usted y no acepta que sus hijos crezcan,no alienta a sus hijos a ser independientes económica ni emocionalmente, tiene la tendencia a convertirse en una boicoteadora de las relaciones de sus hijos y les corta las alas para que no dejen el nido.”

Así la señora nos entrega el documento,  si ella cumple con las características mencionadas y lo admite: nos ahorraría discusiones, frustraciones, peleas y ofensas a todos; y en caso de no cumplirlas: sabríamos que podemos continuar con la relación.

Chicas: ¡seamos felices, evitemos a las suegras (y cuñadas) asfixiantes!

Pdt: si has vivido alguna historia similar a la escrita, no dudes en compartirla conmigo.

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