Clarooooo, siempre son nuestras
madres las suegras “malas de la película”. Pues hombres del mundo: ¡fíjense que
NO! Estoy 100% segura que este cliché es culpa de los hombres con complejo de
Edipo que aman e idealizan a sus mamás. Me apropio de esta historia para
hacerlas reír y reflexionar un rato: esto es ficción, cualquier similitud con
la realidad es PURA coincidencia. He aquí dos “ficciones”
Primer
caso:
Primer
acto:
-¡No puedo creerlo... el mejor sexo de mi vida!- gritaba en mi
propia cabeza.
Estaba ahí: no acostada si no
desparramada, con mis piernas entumecidas, sentía que mi alma estaba fuera de
mi cuerpo, mis pies tiemblan como gelatina, mi abdomen esta duro (de una vez
por todas) como el de las mujeres que anuncian los equipos tipo
AB-SUPER-MEGA-FATFREE-SKINNY-WOW KING por la televisión . Mis ojos luchaban por
mantenerse dentro de su órbita. ¿Cómo sucedió esto? No lo sé, por unos segundos
me sentí Marisa Tomei tendiendo sexo con un Mel Gibson que sabía exactamente
qué es lo que queremos las mujeres. AL final, no importaba cómo había sucedido:
solo sabía que acababa de vivir la mejor experiencia sexual de mi vida…
finalmente había encontrado a alguien que me dio más placer del que alguna vez
soñé.
Segundo
acto:
Yo aun con la sonrisa digna de
un rush de chocolate pintada, estaba con mi Ultimate Love Making Machine viendo el techo desde la cama. Todo era
maravilloso… De repente, sonó el celular de mi candidato una vez y él contesto:
era su madre. Yo, que a veces soy practicante de la estupidez masculina pensé
que la pobre señora debía tener un
problema o urgencia que la obligaba a llamar a su hijo aun a sabiendas que él
estaba en medio de una cita conmigo.
Tercer
acto:
Después de varias semanas de
sexo constante y con algo de compromiso de por medio. Estábamos mi “novio” y yo
matándonos en la cama. El celular de él sonó una vez, yo no le di importancia…
Sonó dos veces: sí, me incomodé un poco, pero la verdad preferí hacerle caso a
los pedidos a gritos que hacía mi cuerpo antes de pensar en un miserable
celular… Sonó tres, cuatro y cinco veces: ok, pasé de tener sexo maravilloso en
la tranquilidad e intimidad de mi casa y mi cama a sentirme una actriz porno de
la película “La Sala de la Operadoras telefónicas”: FAIL! Cuando mi “novio”
terminó rápidamente y se levantó en pelotas a contarle por teléfono a la mamá
todas las cosas que hizo durante el día, me di cuenta que yo no ocupaba un
lugar precisamente jerárquico en la lista de mujeres de su vida. ¡Sí, verlo ahí
desnudo, recién “acabado/ terminado/
llegado/ venido / corrido” diciendo “hola mamá” por teléfono ha sido de lo más
patológico y repugnante que he visto en mi vida!
Para no cansarlas con el cuento,
un día de tantos, estábamos él y yo discutiendo por un problema que habíamos tenido.
Yo sabía que la señora estaba cerca de nosotros, pero jamás creí que sería
capaz de hacer lo que hizo: se apareció, se metió en la discusión y me dijo “él
es así, tómalo o déjalo”… ¡No, no y noooooo! Cuando le pedí que pusiera
en orden a la desubicada de la madre y aprendiera a apagar el celular o le
dijera a ella que lo llamara sólo en caso de emergencia cuando él y yo estuviésemos
juntos, su patética respuesta fue : no sé por qué odias a mi madre…
(musiquita de tragedia griega)
Pero como para las mujeres nada
es fácil y Murphy no se equivoca (“si algo puede empeorar, empeorará”), ya para
cuando creí tener la situación un poco más controlada, ¿a que no saben qué
pasó? ¡ Aparecio mi cuñada quien era el triple de densa que la madre! Conclusión: no me
iba a seguir jodiendo la vida por dos mujeres posesivas y un hombre castrado.
Segundo caso:
Hace algunos
años, haciendo caso a lo que alguna vez me dijo mi abuela: “fijate en cómo
trata un hombre a la madre así sabrás si te tratará bien”, me involucré con un
hombre que era super cariñoso con la madre. Nos hicimos novios y teníamos una
relación casi “normal”, lo único que me incomodaba era el hecho que él nunca
decía que me amaba. Cuando un día, después de tener sexo le dije “fulanito, te amo” , el, abrió sus ojos como
si el corazón le fuera a salir a presión por sus esfínteres más preciados, le
empezaron a sudar las manos, sus famélico cuerpo temblaba, su rostro estaba más
pálido que de costumbre (¡era feo el pobre!); yo estaba bastante asustada de
ver su reacción, era la primera vez que le decía que lo amaba. ¿Qué podía hacer
para evitar sentirme mal por la expresión en su rostro? No podía separar mis
ojos de la vena en su frente que no paraba de brincar, me preocupe seriamente
por su salud pues la única explicación lógica a la situación que se me
presentaba era que algún aneurisma le hubiera “reventado”. Ahí estábamos los
dos, él: con una taquicardia de Fórmula uno y yo con el 911 marcado en mi
celular lista para apretar la tecla verde de “send”.El tiempo se detuvo cuando
aquel que fuera mi novio abrió la boca (¡va a parir!, pensé), y dejó salir de
su sistema las palabras que nunca olvidaré en mi vida: “a la única mujer que
puedo amar es a mi madre”.
Señoras
del mundo: ¡dejen de castrar a sus hijos! ¿No se dan cuenta que ya tenemos que
lidiar con el exceso de homosexuales que nos disminuyen la cantidad de parejas
potenciales como para tener que aguantarnos hombres con torniquetes
testiculares maternos?
Propongo
que iniciemos un movimiento que tenga por finalidad facilitarnos (obviamente)
la vida a las mujeres que buscamos pareja. Cuando conozcamos a una suegra, entreguémosle
un documento, el cual debe regresar firmado y que contenga el siguiente texto:
“
Fulana de tal declara bajo juramento que SI NO
(marque la opción que corresponda) es una mujer que moral o inmoralmente hace que
sus hijos cumplan con sus deseos (manipula, llora o se hace la enferma terminal
ante cualquier afectación de salud), busca la forma de criar hijos que la
necesiten porque se sienten indefensos o desprotegidos, teme que sus hijos
hagan una vida propia y les hace creer que ellos le deben algo a usted y no
acepta que sus hijos crezcan,no alienta a sus hijos a ser independientes económica
ni emocionalmente, tiene la tendencia a convertirse en una boicoteadora de las
relaciones de sus hijos y les corta las alas para que no dejen el nido.”
Así
la señora nos entrega el documento, si
ella cumple con las características mencionadas y lo admite: nos ahorraría discusiones,
frustraciones, peleas y ofensas a todos; y en caso de no cumplirlas: sabríamos que
podemos continuar con la relación.
Chicas: ¡seamos felices, evitemos
a las suegras (y cuñadas) asfixiantes!
Pdt: si has vivido alguna
historia similar a la escrita, no dudes en compartirla conmigo.